LOS ÁNGELES

El ángel (del latín angelus, mensajero), ser de naturaleza celeste, es el intermediario entre Dios y los hombres, con el deber de anunciar la voluntad divina. En la tradición bíblica el ángel, del cual no hay referencias explícitas sobre su naturaleza o su creación por parte de Dios, es un personaje difundidísimo desde las primeras páginas de la Biblia. Mensajero extraordinario de Dios, el ángel es portador de la voluntad de Dios ante el pueblo, ejecuta las sentencias y los castigos de Dios, guía al pueblo de Dios a través del desierto.
Dios es presentado habitualmente como habitante en una corte celestial, circundado por formaciones angélicas que están alrededor de su trono (I Re 22, 19-22; Salmos 29 y 148). A veces aparece la mención de una particular formación angélica junto a Dios, como los querubines que sostienen su trono y custodian el ingreso al Edén, o de los serafines que proclaman la santidad de Dios. Un ángel particular, recordado en el Antiguo Testamento, es el así llamado "ángel del Señor", que se identifica con Dios mismo, manifestándose en forma sensible (Génesis 22, 11-15; Éxodo 3, 2). En las tradiciones posteriores al exilio se desarrolla la noción de los ángeles protectores de varios pueblos (Daniel 10, 13-21) que encuentra continuación sea en la literatura apocalíptica apócrifa, sea en la tradición cristiana. Algunos libros del Antiguo Testamento, además, refieren nombres personalizados de ángeles: tales son Rafael y Gabriel en el Libro de Tobías, y Miguel en el Libro de Daniel.
En el Nuevo Testamento, los ángeles aparecen seguido en relación con los acontecimientos centrales de la vida de Jesús: la anunciación, el nacimiento, las tentaciones en el desierto, la agonía en el Getsemaní, la resurrección. Importante es el rol de los ángeles en la literatura apocalíptica del Nuevo Testamento: ellos separan los pecadores de los buenos en el Juicio Universal, están presentes con ocasión de la segunda venida de Cristo, tienen el deber de reunir a los elegidos.
Los ángeles son frecuentemente recurrentes en las Cartas de San Pablo, a menudo distinguidos en varias clases (potencias, potestades, señoríos, principados, tronos) sin que sea posible entrever las diferencias.
Pablo pone en guardia también, sobre un culto supersticioso de los ángeles, probablemente en polémica con algunas tendencias gnósticas.
La reflexión teológica dedicó a los ángeles grandes consideraciones. En los Padres de la Iglesia son frecuentes las referencias a criaturas angélicas. En particular, el primero que afrontó, de manera sistemática el problema del origen y de la naturaleza de los ángeles fue Orígenes, afirmando la identidad de origen y de naturaleza de todas las criaturas inteligentes, creadas buenas por Dios antes de la creación del mundo. Entonces, mientras algunas perseveraron en el amor hacia Dios, otras se alejaron en una medida más o menos relevante. Los ángeles, subdivididos en categorías diversas según las funciones, son precisamente los espíritus inteligentes que permanecieron fieles a Dios, a diferencia de aquellos que, en proporción a la gravedad de la caída, se han transformado en demonios.
El problema de la organización jerárquica del mundo angélico encontró su más amplia elaboración en la obra del Pseudo-Diógenes Areopagita (siglo VI), el cual dividió a los ángeles en nueve coros según una reagrupación jerárquica tripartita: serafines, querubines, tronos; dominaciones, virtudes, potestades; principados, arcángeles, ángeles. El Pseudo-Diógenes ofreció también una elaborada doctrina sobre sus funciones, recogida por los autores cristianos comprendido Tomás de Aquino, con algunas reservas.
El magisterio eclesiástico, presuponiendo una fe popular en la existencia de los ángeles, los ha definido como seres puramente espirituales, no existentes desde toda la eternidad sino creados en el tiempo. Estas tesis están contenidas en el decreto Firmiter del IV concilio Lateranense (1215), sustancialmente retomadas en la constitución dogmática Dei Filius del concilio Vaticano I (1870). Una llamada a la constitución dogmática Dei Filius está presente en el así llamado "Credo del Pueblo de Dios", de Paulo VI (1968): Dios creador hizo las cosas visibles "como este mundo por el cual pasa nuestra vida caduca" y las cosas invisibles "como los puros espíritus que también son llamados ángeles".
La palabra "ángel" deriva del griego
"aggelos" que quiere decir literalmente "mensajero": él lleva personalmente el mensaje de Dios, su voluntad se identifica con la voluntad de Dios, él mismo existe como emanación de la Divina Voluntad. Esto no quiere decir que el ángel no tenga una voluntad propia, sino que él ha espontánea y libremente aceptado la voluntad de Dios, porque de otra manera no se justificaría la elección, por parte de algunos ángeles, de rebelarse contra Él y transformarse en demonios.
El hecho que cada ángel tenga una voluntad propia implica que tiene también un carácter propio, o más aún, una actitud particular. De estas actitudes particulares derivan los nombres de estas criaturas etéreas, nombres que en general, están compuestos por dos partes: una primera que indica la actitud, diversa para cada uno, y una segunda parte, un sufijo, "El" o "Yah" que quiere decir "Dios". Tenemos así:

La función de los ángeles es hacer de intermediarios entre Dios y nosotros, en cuanto, aún siendo inmortales, son también criaturas y por lo tanto, están en un estadio intermedio entre nosotros, criaturas humanas, y Dios Creador. Pero Dios hace aún algo más: diseña para cada uno de nosotros un ángel que nos guía y nos custodia. No sólo esto, sino que pone miríadas de ángeles al servicio de la creación.
En 1915 en Fátima, antes de las apariciones de la Virgen que tendrán lugar dos años después, se presenta a los tres pastorcitos una figura luminosa que se autodefine "Ángel de la Paz" y "Ángel de Portugal".
Por lo tanto, es lícito pensar que, además del ángel custodio de cada hombre en particular, habrá otros ángeles con deberes particulares: la custodia de la familia, de la ciudad, de los elementos, etc. ...
El ángel custodio nos sigue desde el nacimiento hasta la muerte, y más allá: en efecto, en el caso de un alma que deba pasar por el Purgatorio para purificarse, permanece con ella para consolarla y para interceder ante Dios, presentándole los sufragios que se hacen sobre esta tierra.
Maria Valtorta, en los Cuadernos de 1945 a 1950, el 16 de julio de 1947 escribe cuanto le comunica Azaria, su ángel custodio.
"Se cree que la misión del ángel custodio cesa con la muerte del custodiado. No es siempre así. Cesa con la muerte del pecador impenitente, con sumo dolor de su ángel custodio. Se transfigura en alegría profunda y eterna con la muerte de un santo que, de la tierra pasa al Paraíso, sin detenciones purgativas. Pero continúa siendo el que era, como protector que intercede y ama al que le fue confiado, para aquellos que de la tierra pasan al Purgatorio para expiar y purificarse. Entonces nosotros, los ángeles custodios, rogamos con caridad por vosotros ante el trono de Dios, y unidos a nuestras oraciones de amor, presentamos los sufragios que sobre la tierra os aplican parientes y amigos. Es dulce el lazo que aún nos une a vosotros purgantes. Y nos alegramos viendo al Amor cada vez más aplacado hacia vosotros, y a vosotros cada vez más dignos de su Reino. Y cuando la Luz nos ordena "Ve a sacarlo afuera para traerlo aquí", más veloces que las flechas nos precipitamos a llevar un poquito de Paraíso para confortar a los que aún deben quedarse expiando en el Purgatorio, y abrazando a nosotros el alma amada por la cual obramos y sufrimos, subimos con ella enseñándole el hosanna paradisíaco.
Los dos más dulces instantes en la misión de los Custodios, son cuando la Caridad nos dice: "Baja, porque un nuevo hombre ha sido concebido y tu lo debes custodiar como gema que me pertenece", y cuando podemos subir con vosotros al Cielo. Pero el primero es menor que el segundo. Así como se tiembla por vuestra fragilidad cuando se os toma en custodia, así siempre se palpita luego de cada victoria vuestra, porque el enemigo del Bien está vigilante para tratar de abatir aquello que el espíritu construye. Por eso, gozoso es el momento en el cual entramos con vosotros en el Cielo, porque ya nada más puede destruir lo que ya se ha cumplido".
Los ángeles intervienen en nuestra vida con sugerencias, inspiraciones, consejos que no siempre es fácil percibir en nuestra vida convulsionada. Es como cuando nos encontramos en medio de una muchedumbre vociferante y no alcanzamos a oír la llamada de un amigo. Es necesario hacer silencio dentro y fuera de sí, es necesaria la plegaria. Dios nos deja libres para hacer el mal y el ángel respeta esa libertad. Debemos ser nosotros, rogando, quienes pidamos su protección en todos, y digo todos, los momentos de nuestra vida.
Invoquemos a nuestros ángeles custodios:

Pero sobre todo cuando nos espera un encuentro difícil, no debemos olvidar nunca el enviar a nuestro ángel custodio al ángel custodio de nuestro interlocutor. Esto evita muchos problemas y pone la situación en su lugar... y funciona siempre!
Recordemos siempre que cuando hacemos el bien o el mal a alguno, hay dos testigos frente a Dios, nuestro ángel custodio y el ángel custodio de aquel a quien dirigimos nuestras acciones, buenas o malas.
Aprendamos a escuchar su voz, pidámosle guiar nuestros pensamientos para que siempre sean buenos, y sobre todo, invoquémoslo frecuentemente.

"...Les recuerdo que Uds. ruegan poco a los Ángeles, los invocan poco. Ellos hacen mucho por Uds. Ellos combaten el mal. Rueguen a las Legiones de Ángeles y al Señor Jesús, que combatan el mal. Di a todos que deben rogar así:
Legiones de seres perfectísimos de Dios: Ángeles, Arcángeles, Querubines, Serafines, Principados, Potestades, con toda vuestra luz y vuestra majestad, teniendo a la cabeza a Nuestro Señor, combatan el mal que con frecuencia nos amenaza. Seres perfectísimos, seres de bondad, protejan del maligno a esta humanidad."

Belpasso, 18 de mayo de 1986

 Fuentes bibliográficas:

  1. A.V.: Jubilacum, Ed. Rizzoli
  2. Maria Valtorta: Cuadernos desde 1945 a 1950, Centro Editorial Valtortiano
  3. M. Calvagno: El Diario de Rosario Toscano

En 1915, por medio de un santo sacerdote, Antonio Lo Duca, fue encontrado un ícono que representaba los siete Arcángeles con sus respectivos nombres, en la plaza detrás de la Catedral de Palermo, en Sicilia, denominada todavía hoy plaza de los Siete Ángeles. Tuvo diversas visiones de los Arcángeles, los que le pedían difundir su devoción y que fuera edificada una iglesia dedicada a ellos. Obtuvo del papa León X la construcción de una iglesia dedicada a los Siete Arcángeles, llamada por eso, Santa Maria de los Ángeles, ubicada hoy cerca de la Estación Termini.
La Sagrada Escritura menciona muchas veces a los siete espíritus que están ante Dios y a tres de ellos los menciona claramente como Miguel, Gabriel y Rafael. El nombre de los otros cuatro Arcángeles es conocido, además de por los Libros Apócrifos, también por medio del descubrimiento acaecido en Palermo. En la pintura, en efecto, además de sus nombres, están representados con símbolos en sus manos, como se describe a continuación:

Miguel

con espada y lucifer bajo sus pies (victorioso)

Gabriel

con espejo de jaspe y antorcha (mensajero)

Rafael

con medicina y con Tobías (sanador)

Uriel

con espada y una llama (fuerte aliado)

Baraquiel

con rosas para distribuir (ayudante)

Geudiel

con corona y flagelo (remunerador)

Sealtiel

en oración (rogante)

El ícono primitivo fue destruído pero de él ha quedado una copia que se encuentra en lo alto, a la derecha de la Capilla junto a la capilla de las Reliquias, en la Catedral de Palermo (Sicilia).
Una santa devoción pide la invocación diaria de ellos, con siete Gloria al Padre... y una devota visita una vez al año a la Catedral llevando siete flores blancas en honor de ellos, y recitar la siguiente oración:
"Oh! gloriosos Siete Arcángeles que sois como lámparas que arden ante el Trono del Altísimo y a quienes está confiada nuestra tutela, liberadnos de todo mal, alejad de nosotros la acción de satanas, implorad a Dios Misaricordioso por nosotros, y haced que podamos un día contemplarlo eternamente junto a vosotros. Amen."

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