CONSIDERACIONES SOBRE LOS DOGMAS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y LA ASUNCIÓN DE LA SSMA. VIRGEN

  1. EL DON Y EL SIGNO DE LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARIA

1.1 EL DOGMA

El 8 de diciembre de 1854 Pío IX definió en estos términos la Concepción Inmaculada de Maria: "la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen Maria en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en vista de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, fue revelada por Dios y por eso se debe creer firmemente e inviolablemente por todos los fieles". Aquel acto definitorio cerró un larguísimo proceso histórico que, de modo variado, involucró a toda la Iglesia católica. A los fieles, con su sensus fidei, a los teólogos, con una trabajada elaboración doctrinal, a los papas, con una acción de vigilancia y moderación, de clarificación y de promoción. Este dogma definido en 1854 es, en cuanto tal, vinculante e irreformable. Y como cualquier otra definición dogmática, ha sido formulado en un preciso contexto cultural, condicionado sea por el devenir histórico o por los procesos lingüísticos. En la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, Juan XXIII dijo: "una cosa es… el depósito mismo de la Fe, vale decir las verdades contenidas en nuestra doctrina, y otra cosa es la forma con las que acá son enunciadas, conservando aún ellas el mismo sentido y el mismo alcance". Nada se opone entonces, a que, salvo el sentido original del dogma, éste sea ulteriormente profundizado y propuesto nuevamente en un lenguaje en consonancia con las más variadas culturas.

1.2 LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA DE HOY EN DÍA

La reflexión teológica de hoy en día está empeñada en profundizar algunos puntos de vista nuevos, al considerar el dogma de la concepción inmaculada de Maria, proponiendo una nueva lectura:

    1. EL DOGMA Y LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL

Uno de los deberes de la reflexión teológica del día de hoy, también es dar una solución a los nudos en los cuales el dogma definido por Pío IX se encuentra al confrontar con la doctrina del pecado original, la cual, aún prescindiendo de las posiciones más radicales que niegan la existencia misma de tal pecado, es sujeto de una vasta revisión hermenéutica.

Más que bajo el aspecto negativo del pecado, la Concepción Inmaculada debe ser leída bajo un aspecto positivo, como signo fuerte de la gracia de Dios operante en la criatura y como don trinitario de amor que origina una existencia toda tendiente a la recepción reconocida y al amor sin límites. Esta lectura atribuye a la Concepción Inmaculada cuatro significados fundamentales:

  1. Maria cumple en sí la existencia humana tal como Dios la ha querido: ella es mujer orientada hacia el prójimo, no curvada por el peso del pecado, no replegada sobre sí misma sino abierta totalmente al amor de Dios, de los hombres, de la Creación; no es esclava signada por la marca del enemigo de Dios y del género humano, sino que es la hija predilecta del Padre y lleva desde el comienzo su sello sobre la frente (Ap. 9,4; cf 7,3).
  2. En Maria, mujer histórica de corazón puro y desconocedor de la discordia, se ha hecho viva y concreta la esperanza de la humanidad que busca un futuro de paz y de justicia, de fraternidad y de armonía.
  3. Maria es el espejo de la existencia discipular porque el ser inmaculada y llena de gracia no la exime de su condición terrena con todo lo que esto tiene de sufrimientos y opacidad, de lucha interior y de participación en las pasiones de la existencia. También ella tuvo que crecer en la fe, avanzar en la esperanza puesta a dura prueba, orientar su amor hacia Dios y hacia José de Nazareth, hacia el Hijo de Dios y la comunidad eclesial, hacia todos los hombres y todas las mujeres, sus hermanos y sus hermanas
  4. En Maria resplandece la forma verdadera y pura de la belleza sin mentira, sin turbación, pero como reverberación de la bondad y esplendor de la verdad, una belleza que es perfección y armonía, simplicidad y transparencia.

 

  1. EL DON Y EL SIGNO DE LA ASUNCIÓN AL CIELO DE MARIA
  2.  

    1. LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA

También la Asunción al Cielo de Maria es un evento que pertenece a la historia de la salvación, don de Dios y signo de gracia para la Iglesia, las mujeres y los hombres de todos los tiempos. La definición dogmática de Pío XII, del 1° de noviembre de 1950, ratifica una doctrina suficientemente elaborada sobre la suerte final de Maria y profesada por la Iglesia desde tiempos antiguos.

La definición dogmática de Pío XII fue en estos términos: "…Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de fe que: la Inmaculada Madre de Dios la siempre virgen Maria, terminado el curso de su vida terrena, fue elevada a la gloria celeste en cuerpo y alma…"

Esta formulación dogmática, que fue motivo de gran alegría para la Iglesia Católica, causó una grave contrariedad en la Iglesia Ortodoxa, en la Comunidad Anglicana y en las Iglesias de la Reforma y abrió en el campo ecuménico un nuevo contencioso doctrinal. Presentar la doctrina de la Asunción al cielo de Maria es hoy particularmente difícil, no tanto por el motivo del objeto preciso de la definición de Pío XII, sino a causa de las múltiples implicaciones que ella tiene con la escatología, una disciplina llena de fermentos y propuestas, a menudo no compartidas por todos los teólogos y poco armonizadas con la enseñanza de la Iglesia. De todos modos, una ordenada exposición del misterio de la Asunción:

 

    1. LA MUERTE DE MARIA
    2. Mientras la Tradición asevera comúnmente la muerte de Maria, no obstante, Pío XII quiere dejarla fuera de la definición dogmática, reforzando con esto el movimiento inmortalista que todavía subsiste pero que hoy ha perdido mucho terreno. La hipótesis que la Virgen no haya muerto golpea pesadamente el estrecho paralelismo que es invocado para apoyar, desde el punto de vista de la consonancia con las otras verdades reveladas, la doctrina de la glorificación corporal de Maria.

      Como para Jesús, la Asunción es un evento implicante una muerte y una resurrección, no entendida simplemente como una reanimación de un cadáver sino como un acto creativo de Dios, del cual aún desconocemos la modalidad. Muchos teólogos y el mismo Juan Pablo II, hablan de "muerte natural" de Maria, que vista desde el punto de vista de la actitud espiritual con la cual la Madre de Dios la ha afrontado, es perfectamente compatible con la visión de la "Dormitio", típica de las liturgias orientales y de la "muerte de amor" de la cual hablan no pocos místicos y una corriente teológica. Cualquiera sea el "hecho orgánico y biológico" que causó, bajo el aspecto físico, la cesación de la vida del cuerpo, se puede decir que el pasaje de esta a la otra vida, fue para Maria una maduración de la gracia en la gloria, así que nunca como en este caso, la muerte puede ser concebida como una "dormición", una muerte "en el amor, a causa del amor y por amor", como afirma San Francisco de Sales. Prescindiendo de los motivos naturales, Maria murió totalmente en el amor y murió de amor por su Hijo.

       

    3. NATURALEZA DEL "PRIVILEGIO" DE LA ASUNCIÓN

    1. Algunos teólogos consideran que el "privilegio" de la Asunción no consiste en la glorificación corporal de Maria, ya sea por el hecho que todos los cristianos están llamados a ser glorificados en sus cuerpos y en sus almas, ya sea porque no se puede en absoluto excluir que algunos justos hayan sido corporalmente glorificados en el cielo, como se cree de Enoch (Gen 5,24), de Elías (2 Rey 2,1), de los Patriarcas (tradición judaica) y de los mártires cristianos (Ap 6, 9-11).
    2. En respuesta a esta hipótesis, considerando también seriamente la tradición teológica de Oriente y de Occidente y en primer lugar, los textos de la santa Liturgia, debemos afirmar que:

    1. El evento de la Asunción concierne tanto al cuerpo de Maria, morada virginal del Verbo Encarnado y que justamente por esto, según el sensus fidei, no podrá sufrir la corrupción y la descomposición consecuentes a la muerte, pero fue, en un modo que ignoramos, llevado al Cielo.
    2. En su plena y total glorificación, Maria anticipa la suerte futura de todos los justos. En su condición de Ascendida al Cielo, la Virgen es ya aquello que la Iglesia toda desea y espera ser.

    1. Algunos teólogos niegan el "privilegio" de la Asunción porque afirman que todos los muertos en Cristo resurgen en la muerte y alcanzan inmediatamente luego del deceso su plenitud escatológica.

Contra esta posición el Magisterio de la Iglesia:

- ha confirmado muchas veces la doctrina tradicional que propugna la singularidad de caso de Maria, excluyendo toda explicación que quitaría sentido a la Asunción en lo que ella tiene de único, o sea, el hecho de la glorificación corpórea como anticipo de la glorificación reservada a todos los justos;

- ha destacado la importancia del Último día, la Parusía del Cristo, en el cual tendrá lugar la resurrección de los muertos;

- ha sostenido la existencia de un tiempo de espera o distancia escatológica entre el momento de la muerte (aquí, ahora) y el evento de la resurrección de los muertos (en el fin de los tiempos), proclamada en el símbolo de la Fe con las palabras "espero la resurrección de los muertos y la vida que vendrá".

La Virgen Santísima, la Inmaculada, entonces, -como afirma Paulo VI en la Solemnis Proffesio Fidei del 30 de junio de 1968- "asociada a los misterios de la Encarnación y de la Redención con un vínculo estrecho e indisoluble, al término de su vida terrena, ha sido elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial y configurada a su Hijo resucitado, anticipando la suerte futura de todos los justos".

    1. FUNDAMENTO BÍBLICO DEL DOGMA DE LA ASUNCIÓN
    2. El fundamento bíblico del dogma de la Asunción es otro de los numerosos problemas suscitados por la definición de Pío XII. El argumento decisivo que consintió el pronunciamiento fue la constatación del consentimiento unánime de los pastores y de los fieles. Pío XII afirma aún, que esta verdad está fundada en la Sagrada Escritura, introduciendo una distinción, todavía hoy poco valorada, entre verdades aseveradas y verdades que encuentran en la Escritura su fundamento, como sin duda es el caso de la Asunción. Hoy sería necesario admitir que no hay nada contra la Escritura admitir que en algunos casos ella señala una orientación constante que bajo la asistencia del Espíritu de verdad, está desarrollada por la reflexión teológica y por la meditación eclesial. Necesario sería profundizar teológicamente en la naturaleza, el valor, los límites y las leyes de esta orientación o lectura de la Sagrada Escritura.

    3. LA ASUNCIÓN, "SIGNO" DE UN DESTINO DE GLORIA
    4. Luego del Cristo Resucitado, la Asunción de la Virgen es signo de la dignidad del hombre y de su destino de gloria. Ambos eventos nos dicen que el destino del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26-27) no es la desaparición del ser y su disolución en la nada, sino su plena realización en la total conformidad con Cristo, hasta alcanzar el estado de hombre perfecto o, como dicen los orientales, la divinización (Ef 4, 13).

      Unida estrechamente al Hijo, Maria está inmersa en la vida trinitaria e indica a las multitudes infinitas de los santos aquella humanidad gloriosa del Cristo, que les ha permitido conocer la salvación y abismarse en lo divino. Maria elevada al Cielo es la plena realización de la vocación del hombre, la sola digna de él: cómo ser envuelto por la gloria del Dios viviente y reverberarla en un canto de plena alabanza, en incesante respuesta de amor.

       

    5. LA ASUNCIÓN, "SIGNO" DEL VALOR DEL CUERPO

Según los relatos simbólicos del Génesis, Dios ha plasmado el cuerpo del hombre y de la mujer (Gn 1, 26-27; 2,7.21-33) y según su misericordioso plan de salvación ha querido que el Hijo, en la plenitud de los tiempos, tomase de una mujer, Maria de Nazaret, un verdadero cuerpo (Gal 4,4). Contra toda crítica la Iglesia ha reivindicado siempre la realidad histórica de este evento: en su útero la Virgen ha concebido realmente al Verbo según la naturaleza humana, lo ha llevado en su seno durante su embarazo, lo dio a la luz y lo amamantó con su pecho. El cuerpo de Maria fue por eso, verdaderamente el "espacio" habitado por el Verbo, por lo cual, la piedad cristiana aplicó a Maria los más altos símbolos culturales del antiguo pueblo de la Alianza, que definen el lugar de la presencia de Dios: arca, nube, tienda, templo, santo de los santos. Pero la presencia del Verbo ha hecho del cuerpo de Maria un "espacio soteriológico" porque Dios ha liberado y salvado al hombre con los misterios de la carne del Salvador, esa carne tomada del cuerpo inmaculado de Ella. La Encarnación del Verbo y la Asunción de Maria han rescatado el cuerpo humano, al articular el cuerpo femenino de la despreciable consideración en la cual era tenido en muchos sectores de la cultura antigua: Celso consideraba la imagen del Hijo de Dios en el cuerpo de una mujer como una cosa aberrante, impensable, absurda e indigna de Dios.

El Padre, en cambio, en su inescrutable diseño de salvación, inscribía precisamente en el abajarse de su Unigénito el triunfo de la Resurrección y la gloria de la Asunción. La mujer que contempla la Asunción, ve:

      1. restituida su dignidad
      2. convertido en santo su cuerpo, objeto de tantas profanaciones
      3. confirmado el valor de la corporeidad femenina integrada al misterio de Dios
      4. anticipado el destino que será de todas las mujeres

 

    1. LA ASUNCIÓN, "PRIMICIA" E "IMAGEN ESCATOLÓGICA" DE LA IGLESIA

La Iglesia no tiene sobre la tierra una morada estable. Es un pueblo en camino hacia su cumplimiento, que tendrá lugar sólo en la gloria del Cielo, cuando toda la creación –hombre y cosmos- sea integrada en Cristo (Ef 1, 10; Col. 1, 20). Mientras la Munificentissimus Deus de Pío XII ponía de relieve los profundos surcos cristológicos de la Asunción, el Concilio Vaticano II y la moderna teología llevan a la luz, a su vez, la dimensión eclesiológica, por la cual la Asunción es:

    1. LA ASUNCIÓN, "SIGNO" DE ESPERANZA Y DE CONSOLACIÓN
    2. La Iglesia proclama que Cristo es nuestra suprema esperanza, la esperanza de la gloria (Col 1, 26,27). También la Iglesia acoge otros signos de esperanza y de consolación, que el Señor ha diseminado a lo largo de su camino, en particular la Santa Madre de Jesús. Afirma la Lumen Gentium (N° 48) que Ella brilla sobre la tierra como un signo de segura esperanza y de consolación para el pueblo de Dios en camino, hasta que llegue el día del Señor. La Iglesia en camino, en los siglos de su historia, ha experimentado la intervención materna de Maria que indica a todas las generaciones a Jesús como camino, verdad y vida y resplandece, en la oscuridad de la historia como la "estrella del mar" que orienta a los navegantes hacia Cristo, último y seguro refugio.

    3. LA ASUNCIÓN, "SIGNO" CENTRAL DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
    4. La Iglesia del cielo y la de la tierra no son dos realidades diversas, sino dos fases del único misterio eclesial y, según la fe perenne de la Iglesia, están comunicadas entre sí. Los miembros de la Iglesia celestial interceden a favor de los hombres todavía en camino, en medio de peligros y afanes. Los miembros de la Iglesia terrestre veneran e invocan a los hermanos y hermanas ya llegados a la feliz patria. En modo particular, éstos invocan a la "gloriosa y siempre virgen Maria, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo", que prolonga en la Iglesia celestial la posición central que tuvo en la Comunidad orante del Cenáculo. Por su condición de Asunta, plenamente glorificada y por su suma vecindad con su Hijo, Maria es el punto central de encuentro entre los habitantes del cielo y los de la tierra. Es la voz más pura de la alabanza y la más eficaz en la imploración. Es presencia materna y benigna que hace crecer en la comunidad discipular el sentido de fraternidad y de familia. Está presente donde está presente el Hijo cual Sumo Sacerdote de la Liturgia eterna. Es signo que la liberación del cosmos ya está en acto, porque en su cuerpo glorioso de Asunta, la creación material comienza a ser parte del cuerpo resucitado del Cristo.

    5. LA ASUNCIÓN, "SIGNO" DEL ESTILO DE DIOS

La Asunción demuestra la continuidad del actuar de Dios, que prefiere los pequeños y los hombres, que recoge al indigente del polvo para hacerlo sentar entre los príncipes de su pueblo (Salmo 113, 7-8; Salmo 107, 41; 1 Sam 2,8). Él vuelve su mirada sobre su humilde sierva (Lc 1,48) que reconoce que todo en ella es obra de Dios (Lc 1,49). La Asunción es la consecuencia extrema de la mirada que Dios dirigió a Maria y cumple la palabra del Señor: "quien se humilla será ensalzado" (Lc 14,11). Maria se abajó declarando ser la "sierva del Señor". El Señor, según su estilo, la elevó: la criatura, insignificante a los ojos del mundo, se ha transformado por gracia, en la más significativa en la historia y en la gloria.

Antonino Grasso
Extraído del libro de la Pontificia Academia Mariana Internacional
"
Maria, la Madre del Señor"

 

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