Testimonios

   Una Curación Extraordinaria

  Mi vocación pasa por la Roca de Belpasso

 Comprender la voluntad de Dios en mi vida

 ¡Katia está curada!

  Francisco se despierta del coma

  Curada de un tumor

 

Una Curación extraordinaria de S. E. Mons. Andrés Gemma, Obispo de Isernia–Venafro

En mis visitas a Sicilia y particularmente a la diócesis de Catania, donde mi Congregación custodia y oficia el hermoso santuario de Santa Maria de la Consolación en Paternò, nunca omití hacerme acompañar a la Roca de Belpasso, donde desde hace años se honra a la Ssma. Virgen, que habría bendecido con su aparición a un joven del lugar.
Siempre me ha sorprendido lo sugestivo de aquel sitio, que el cuidado de los devotos, de año en año, hace cada vez más acogedor. Son evidentes, igualmente, los pequeños signos de gratitud dejados por los fieles en memoria de alguna gracia recibida.
También a mí, luego de estas visitas, la Ssma. Virgen dispensó un favor que estoy obligado a señalar.
No recuerdo más la fecha precisa. En cambio recuerdo que había llegado hasta allí acompañado por un gentil amigo, justo antes de ir al aeropuerto desde donde volvería a Nápoles y desde allí a Isernia, mi sede episcopal.
Los días precedentes había estado en Paternò donde estaba dando un curso de predicación y quizás aunque no recuerdo bien, a presidir la fiesta anual. Recuerdo que en aquella peregrinación a la santa roca recomendé a la Ssma. Virgen a mi amigo Pasqualino, adolescente de catorce años. La mamá de este joven me lo había recomendado mucho porque estaba misteriosamente impedido en el uso de piernas y brazos, sin que los médicos hubieran podido explicar las razones. Naturalmente tenía una gran pena por este muchacho y aquella noche, recuerdo, lo recomendé con fervor a la intercesión de la Virgen, junto a tantas otras personas queridas.
Regresé muy tarde a Isernia. Al día siguiente, muy temprano, sonó el teléfono. Del otro lado de la línea una voz conmocionada me gritaba: "¡Pasqualino camina!". Era su madre que me informaba de la gracia finalmente obtenida. Yo le comuniqué que justamente la tarde precedente había confiado su hijo a la protección de la Virgen de Belpasso. Agradecimos juntos a la Reina del Cielo. Luego de algunas semanas nos encontramos juntos en el pueblito donde vive la familia para agradecer al Señor y a su Madre Santa. Pude ver personalmente a aquel muchacho correr libremente con sus compañeros, a ese mismo muchacho que semanas atrás llevaban a mi obispado en una silla llevada por cuatro personas.

Andrés Gemma, Obispo de Isernia – Venafro

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Mi vocación pasa por la Roca de Belpasso

Delineando simplemente el camino de mi vocación, agradezco a Dios por haberme llamado, ante todo, a la vida. Desde el nacimiento he comprendido el gran don de la vida, y siento que estoy vivo cuando llego a amar a Dios amando a mis hermanos, sobre todo a aquellos que se encuentran en situaciones particulares de sufrimiento. Agradezco ante todo a Dios por haber puesto a lo largo de mi camino, a mi padre y a mi madre, a mis dos hermanas, los abuelos, los amigos, a mi párroco y a mi director espiritual.
Observo continuadamente mi vida y la comparo a una ventana abierta al amor, al verdadero amor!
Desde mi adolescencia he comenzado a interrogarme acerca de lo que querría Dios de mí. Sentía que estaba en la búsqueda de algo importante, aunque no encontraba una respuesta. Frecuentando mi parroquia, en la diócesis de Catania, descubrí que tenía mucho que dar a los otros, aunque me bloqueaba sufriendo amargamente, a causa de mi timidez.
Jesús me amó a tal punto que me ofreció la guía espiritual de Mons. Alfil Salemi, mi párroco, y del padre Pío Guidolin, mi director espiritual: a través de estos sus ministros Dios me indicaba el camino para llegar a ser su apóstol.
Retiros, campos de formación y vigilias semanales han enriquecido mi espíritu acrecentando mi deseo de orar y de escuchar la voz de Dios. He eliminado mi timidez para darme gratuitamente a mi prójimo.
"Tu eres el tesoro de Cristo" me dijo el cardenal Tonini en un encuentro diocesano... y estoy plenamente de acuerdo. En mi camino espiritual Jesús me ha puesto pruebas muchas veces, haciéndome también sufrir, pero sin abandonarme nunca. Me siento amado por la Virgen Maria, a la que custodio celosamente en mi corazón: me indica la vía más segura para alcanzar a su Hijo Jesús... una madre que me tiene de la mano, especialmente en las pruebas más difíciles.
El momento crucial decisivo lo tuve participando en un momento de oración en el Seminario Arzobispal de Catania: me he sentido protagonista de aquella oración. En aquel lugar, para mí desconocido hasta ese momento, he escuchado por primera vez la voz de Dios que respondía a mis preguntas.
En el día en que se celebraba el Santo Nombre de María, he declarado a Dios y a la Iglesia de Catania mi "¡heme aquí!". En la Roca de Belpasso, lugar de oración y de silencio, he percibido a Maria y a su elección de apoyarse sobre un peñasco para dialogar con sus hijos. Su voz invita a no olvidar "al Padre que no olvida a sus hijos".
A través de la Madre he visto a Jesús que me llamaba a seguirlo.
He atravesado las puertas del Seminario Menor. Aquí he visto el mensaje de San Agustín, que entraba en mi vida: "que yo me conozca, que yo Te conozca". "Conócete, acéptate, supérate", han sido las palabras que me han ayudado a ser un seminarista. En el seminario he encontrado, con gran felicidad de mi parte, otra Familia. Con el sostén de mi director espiritual, de mi párroco, de la entera parroquia de San Luis, de mis padres y amigos, renuevo constantemente la entrega de mí mismo a Jesucristo.

Salvador Cucé, seminarista

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Comprender la Voluntad de Dios en mi vida

Desde hace tiempo quería escribir mi testimonio sobre las apariciones de la Ssma. Virgen en Belpasso, pero siempre lo dejaba para otro momento, hasta que hoy me decidí a escribir todo aquello que he tenido escondido en mi corazón por mucho tiempo.
La historia de mi conversión nace, en efecto, en un momento de intensa crisis espiritual vivida, precisamente, en Belpasso.
Había escuchado hablar de las apariciones de la "Madonna de la Roca" en el mes de febrero de 1987. El mes sucesivo fui allá. Fue la primera vez de una larga serie de peregrinaciones que me han llevado a la conversión y por lo tanto, a comprender la voluntad de Dios en mi vida.
Poco a poco he descubierto a Maria y enseguida he aprendido a amarla. Ella me había buscado con intensidad y me pedía aquella atención que yo no le había dado nunca.
Desde niña me había siempre atraído la figura de Jesús y casi desconocía la infinita belleza de la Virgen. De improviso Ella entró en mi vida y la cambió totalmente.
Siempre he sido creyente, pero como tantos, poco observante. Me consideraba cristiana, hasta que, escuchando los mensajes de la Virgen, he descubierto mi total falta de Dios. Desde aquel momento he recibido de Maria una serie interminable de gracias.
Efectivamente, gracias a Ella se me han abierto improvisadamente los ojos del corazón y he alcanzado la inteligencia de las cosas divinas y mi vida cambió totalmente de dirección: la oración me transformaba, sentía la presencia de Maria y mi fe se robustecía.
La Virgen Santísima me obtuvo el poder experimentar la luz sobrenatural, fuente de gozo infinito, el amor sensible del Padre, la percepción de mi nulidad y la gran misericordia de Dios. Gracias a Maria, poco a poco, también he descubierto mi vocación.
Primero tomé parte de un grupo de oración de la Renovación en el Espíritu, en el "Carmelo", y hoy estoy en una Fraternidad del Orden Secular Carmelita, llamada a vivir en intimidad filial y fraterna con la Madre del Señor, en Su imitación y bajo Su protección.
Poco a poco, prosiguiendo en este camino y a posteriori, me di cuenta que Maria me estaba lentamente preparando a algo más fuerte, a una gran prueba, a una confirmación de mi fe, a una entrega total de mi voluntad a la Voluntad de Dios, sin negarme nunca Su consuelo de Madre.
Gracias a Maria viví con coraje el dolor más grande de mi vida: la pérdida de mi amada y querida hija, sucedida por la grave impericia de un médico irresponsable que la tenía bajo su "cuidado". Si no hubiera conocido el amor de Dios a través de la Virgen Santísima, en esta trágica historia hubieran estado todos los ingredientes para ceder a la desesperación y enloquecer de dolor. Ella no lo permitió y me sostuvo hasta el último instante.
La alternativa a esta trágica experiencia hubiera sido recluirse en el dolor y permanecer aplastada por él o también podía revelarse como una cosa grande, volverse una fuente de esperanza, semilla de salvación y gozo. Gozo de haber adherido a la Voluntad del Padre, aún en mi humana debilidad. Se había rezado tanto por la salud de mi hija, verdaderamente mucho. Varios grupos de oración lo estaban haciendo, aún en otras ciudades. ¡Cuántas peregrinaciones a la Roca...!
Estaba segura de la salvación de mi hija hasta el último instante. Pero cuando Leticia, mi hija, a 10.000 metros de altura en un viaje de la esperanza, a 7 horas de Miami (Florida) para un desesperado transplante de hígado, dejó de vivir, hubiera podido enloquecer. Me tomé de María con todas mis fuerzas, pidiéndole ayuda para reafirmar mi fe que, en aquella ocasión, podría haber perdido. Luego de un instante de extravío, he comprendido de improviso que el Señor había otorgado a mi hija una curación más grande que la física, y como por milagro, sobre mi corazón descendió la paz.
En efecto, en los últimos días de su enfermedad el Señor la había hecho madurar para el Cielo y considerándola pronta, la había llevado consigo al Paraíso.
Con la fuerza de la fe he comprendido que todo está enderezado al bien, aún en las circunstancias más trágicas de la vida, porque Dios es Amor. Fue necesario para mí llegar a arrodillarme a los pies de la Cruz de Maria para comprender cómo el dolor se convierte en moneda preciosa para el rescate de nuestra vida y como puede transformarse en otros tantos motivos de alabanza, el considerar que luego de la muerte está la vida que no termina nunca, la vida que Jesús nos ha ganado con su sacrificio.
"¡La vida no ha terminado, se ha transformado!"
Mi hija vive absorta en el encanto de Dios, en Su ilimitada belleza, y nadie podrá ya hacerle ningún mal. Esta certeza, además de darme paz, hoy me hace sentir gozo, ese gozo cristiano que es la alegría más difícil de entender, pero es la certeza que da más gozo. Agradezco a Maria Santísima por haberme hecho obtener de Dios la paz y la serenidad interior. ¡Para mi esto ha sido el milagro más grande!
A cada momento se que tengo la oportunidad de volverme a Ella, nuestra Madre Maravillosa, y tener confianza en Su amor, en Su protección y en Su intercesión.
He querido dar este testimonio sea para dar gloria a Dios a través de Maria, sea para que muchos, a través de esta mi experiencia, puedan sacar de ella beneficios.

Maria Savarese

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¡Katia está curada!

Katia Leotta, de Acireale, en el momento de los hechos, era una graciosa niñita de diez años, cuya historia ha sido contada por sus padres Salvador y Concepción.
Internada de urgencia en un hospital de Catania en mayo de 1985 por síndrome de hipertensión endocránica, la pequeña fue entonces sometida a una intervención de derivación biventriculoperitonal. Tal intervención le produjo un hematoma que le fue sucesivamente extirpado. En Milán, donde fue internada, diagnosticaron luego de un atento examen (TAC), un tumor maligno en el cerebro (astrocitoma de segundo grado) que, dada la extensión y el lugar, no consentía una operación.
No obstante la terapia de control de la sintomatología, alrededor de enero de 1987 fue empeorando de tal manera, que llegó a pesar 24 kg. Nuestra familia estaba descorazonada.
Habiendo escuchado hablar de las apariciones de Belpasso y conociendo al padre Dino, nos confiamos en sus oraciones, pidiéndole que hablara a Rosario del caso de Katia.
El 1º de marzo, junto a Katia, llegamos a la Roca para orar. Volvimos luego a la Roca algunas veces más durante el mes de marzo y también el 1º de abril.
Desde aquel día y sin que nosotros lo sepamos, Katia no tomó más los medicamentos que habitualmente consumía. Al comienzo no nos dimos cuenta de nada, porque no notábamos en ella ninguna molestia, pero la veíamos mejorar de día en día. Cuando descubrimos que Katia rehusaba los medicamentos todos se preocuparon pensando que el mal podría avanzar. Pero Katia tranquilizó a todos diciendo que no sentía más la necesidad de tomarlos, porque estaba bien.
En Milán, hacia donde fuimos para el control, nos dieron la confirmación de la sucedida curación. Hoy ella está bien.

Mons. Fausto Rossi

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Francisco se despierta del coma


Soy el papá de Francisco Porro, nacido en Andrea (Bari) el 4 de abril de 1980 y he venido a la Roca de Belpasso para agradecer a la Ssma. Virgen la gracia que ha concedido a nuestra familia con la curación de Francisco.
El 21 de marzo de 1999 Francisco fue víctima de un accidente de tránsito y permaneció en coma cuatro meses y medio (coma profundo y sucesivamente coma de vigilia).
Internado en Andrea el 21 de marzo de 1999, fue transferido a Taranto a la Ciudadela de la Caridad. Luego de haber estado en varios centros hospitalarios de Italia con respuestas negativas, ya que según el diagnóstico médico Francisco, estando en coma de vigilia, no debería despertarse más, fui aconsejado a ir a Crotone, al Instituto Santa Ana.
El 28 de junio de 1999 fuimos a ese centro y, bajando del automóvil, fui atraído por un resplandor metálico en el suelo. Lo recogí y era una medalla de la Virgen de Belpasso. Nos miramos con mi esposa e inmediatamente nos convencimos que la Virgen nos había conducido hasta allí y que Francisco se despertaría. Nosotros no conocíamos esta advocación de la Virgen, pero era un signo visible de Su presencia que nos guiaba. En efecto, éramos los únicos que creíamos en el despertar de Francisco.
El 12 de julio de 1999 fue trasferido de Taranto a Crotone. El 22 de julio de 1999 nos llamaba el Jefe de médicos Dr. Dolci, diciéndonos: "Gracias a Dios, luego de cuarenta años de profesión, me he equivocado: ¡Francisco ha recibido la gracia!". Francisco hoy está aquí en la Roca de Belpasso con nosotros, para agradecer a la Ssma. Virgen. Descendiendo a la Gruta de la Resurrección, Francisco ha identificado en el Cristo que lleva la Cruz, a la persona que le apareció antes de despertarse y que le dijo: "¡Álzate y camina!".
Estamos seguros que la Virgen ha obtenido este milagro de Jesús.

En fe: Ricardo Porro y Nicoletta D’Abramo

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Curada de un tumor

El 13 de mayo de 1996 fui sometida a una colicistectomía por cálculos biliares, luego de haber estado en terapia por unos ocho meses por piastrinopenia.
Luego de la intervención quirúrgica exitosa, unos veinte días después, comencé a acusar dolores de vientre y en la zona inguinal. Se pensó que se deberían a adherencias de la cicatrización. Se hicieron los debidos controles ecográficos y hematológicos pero ellos no mostraron ninguna anomalía orgánica.
Al inicio de junio, un ligero movimiento de las piernas me provocó la fractura del hueso de la cadera con un consecuente hematoma en la zona interna del muslo, confirmado por los exámenes radiográficos. Por lo tanto estuve obligada a la inmovilidad.
Pasando las semanas, en lugar de advertir los alivios de una mejoría, los dolores aumentaban. Se probó la terapia médica y la terapia de rehabilitación, pero sin éxito ya que el dolor y la dificultad para moverme aumentaban cada vez más. Se agregó la dificultad para respirar y a mover el brazo y el hombro izquierdos (ya que ambos habían resultado fracturados también). De esta situación se culpaba a una elevada e imprevista cuota de osteoporosis.
En breve y como sea, aquel verano se caracterizó por tremendos y lacerantes dolores, hasta que en septiembre la situación había llegado a un punto verdaderamente insostenible.
Así una noche, como si todo lo anterior no fuera suficiente, por el simple gesto de levantar el auricular del teléfono, me fracturo el brazo derecho (era la noche de la octava de la fiesta de la Virgen de la Guardia, patrona de nuestro barrio).
En esos momentos fui sometida a ulteriores exámenes clínicos, los que revelaron el terrible e infausto diagnóstico de mieloma múltiple ya en estado avanzado.
Ignorante de todo y como siempre, yo rezaba a Dios y a su amadísima Madre Maria para que me ayuden a soportar con serenidad estos momentos terribles.
No obstante un día, presa de la incomodidad y del cansancio, me dirigí a Dios, a la Virgen y al alma de mis padres "reprochándoles" su silencio. "Haz dicho: golpea y se te abrirá... mamá... papá, me habéis abandonado..."
Durante la noche soñé, en los pocos momentos que alcanzaba a dormir, que muy verosímilmente mis padres se presentaron a los pies de mi cama. Mi madre me exhortó a levantarme (ya hacía cinco meses que no caminaba más) e ir hacia la Virgen. Me levanté y juntas alcanzamos la calle. Llegadas al cruce, estaba por dirigirme hacia nuestra iglesia parroquial cuando conocidos míos me detuvieron para tener noticias del estado de mi salud. Contemporáneamente mi madre me exhortó a continuar mi camino, conduciéndome hacia la Roca de Belpasso, porque era aquel el lugar que había que alcanzar.
Al despertarme de aquel maravilloso sueño, vivido con extrema intensidad, comencé a sentirme mejor hasta mi completa curación. Esta sensación de bienestar estaba acompañada por el asombro y la maravilla de parte de mis seres queridos y de los médicos. Todos los análisis clínicos habían vuelto a sus valores normales y aún las fracturas (unas 27) se habían ido soldando sin el aporte y sostén de ninguna escayola.
Ahora, a la distancia de cuatro años, siento la necesidad de testimoniar la gracia recibida de la Ssma. Virgen, esto es, mi completa curación, sucedida, según el decir de los médicos, de manera inexplicable.
No encuentro palabras adecuadas para agradecer a Dios y a la Ssma. Virgen por todo aquello que me han concedido, pero espero alabarlos en cada uno de los momentos de mi vida.

En fe, Venera Longo

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