¡NUNCA TENGAN MALOS PENSAMIENTOS!
Los malos pensamientos generan siempre, en algún modo, una mala acción.
No es necesario que se trate de un pensamiento causado por un odio profundo. A veces es suficiente con sentir envidia por alguien, para producir efectos devastadores.
El mecanismo por el cual esto sucede es suficientemente simple y se puede esquematizar con la siguiente progresión.
¿Cómo nos podemos defender de todo esto? La Ssma. Virgen viene a nuestro encuentro y nos dice qué hacer.
En la aparición del 13 de julio de 1917 en Fátima, la Virgen dijo:
"...vendré a pedir la consagración de Rusia a Mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora en los primeros sábados del mes. Si se escuchan mis palabras, Rusia se convertirá y se tendrá paz. En caso contrario, difundirá sus errores por el mundo, suscitando guerras y persecuciones contra la Iglesia... el Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá y será concedido al mundo un período de paz".
Ella no suscita el rencor hacia Rusia, sino que pide la consagración de esta nación a Su Corazón Inmaculado. También en Belpasso, en el mensaje dado durante la aparición del 23 de noviembre de 1986, dijo:
"... mis hijos, aquellos verdaderos, deben entrar en el seguro refugio de Mi Corazón. El mundo está sobrecargado de injusticias, de opresiones, de pecados. Las naciones del mundo dependen de dos naciones más grandes, pero todas se equivocan... deseo que no sólo se convierta Rusia y se la consagre a Mi Corazón Inmaculado, cosa que pronto sucederá, sino que también se conviertan los Estados Unidos de América.
Descendiendo a nuestro pequeño ámbito, ¿qué podemos hacer para defendernos cuando pensamos que alguien desea nuestro mal? Simplemente debemos poner en práctica las enseñanzas de la Ssma. Virgen, consagrado a esa persona a Su Corazón Inmaculado.
Cada vez que se nos ocurra que alguien la tiene con nosotros, ¡consagrémoslo al Corazón Inmaculado de Maria!
Si vivimos una situación difícil, en el trabajo, en los afectos, en la salud, pongamos esa situación en el Corazón Inmaculado de Maria. Ella pensará cómo hacer para que el mal se convierta en bien y al mismo tiempo, contribuiremos a la salvación de nuestros hermanos.
Pero es necesario tener presente, también, otro aspecto del problema: frecuentemente nos sentimos mejor que los otros y pensamos que los sentimientos de envidia no pueden albergarse en nosotros. ¡No es así!
Muy seguido, sin que nos demos cuenta, resbalamos también nosotros en este sentimiento, porque la envidia es algo que se insinúa escondidamente y de modo engañoso.
Nuestra Madre Celestial nos pone en guardia. En el mensaje dado en Belpasso el 11 de mayo de 1986, dice:
"...Es necesario hacer obras de bien, sí, pero eduquen también sus pensamientos, sean humildes con sus pensamientos: la humildad está bendecida por Dios..."
Siguiendo este consejo, también aprenderemos a ser prudentes en las relaciones con los otros, ya que la prudencia es hija de la humildad.
No contemos a otras personas todo aquello que nos sucede de hermoso y de positivo. Podríamos, aún sin quererlo, suscitar la envidia de alguien que no tiene aquello que tenemos y podríamos también, nosotros mismos, caer en la soberbia.
Recibamos todo lo que de bueno nos sucede como don de Dios, recordando que la Virgen "...conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón..." (Lc 2-19, 2-51)
La Virgen no tiene hijos e hijastros. Todos somos sus hijos, nos ama a todos y desea la salvación de todos! Ayudémosla en esta misión, consagrémonos a nosotros mismos y a nuestras familias, a nuestros seres queridos, a nuestros amigos y aún a nuestros enemigos al Corazón Inmaculado de Maria!
"... Los protegeré siempre, y aún si como árboles se doblan ante el viento, manténganse firmes: confíen en Mí...". Belpasso, 1º de mayo de 1988
ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARIA
Heme aquí, o Madre, a Tus pies, para adherir a Tu materno deseo de pertenecer enteramente y por siempre a Ti, para consagrarme y confiarme a Tu Corazón Inmaculado.
Tu Corazón, que arde de amor por nosotros, oh! Maria, sea una llama que incendie nuestros corazones, fríos y alejados.
Pongo en Tus manos y en Tu corazón todo mi ser, mi vida presente y futura, para así pertenecer completamente a Ti en el pensamiento, en el corazón, en el alma y en el cuerpo.
Forma en mí, con Tu materna bondad, desde este día, una vida nueva, la vida de Tu Jesús, sabiduría encarnada, piedra viva, roca desde la cual brota toda gracia.
Previene y acompaña, oh! Reina del Cielo, mis acciones, aún las más pequeñas, con Tu inspiración materna, para que cada cosa en mí, sea pura y aceptable a los ojos del Padre, del Hijo Nuestro Señor y del Espíritu Santo.
Haz siempre más santa mi alma y mi cuerpo, como Jesús nos ha mandado, como nos pide y desea Tu Corazón Inmaculado.
Haz que siempre esté consagrado a Tu servicio en cuerpo y en alma.
Sírvete de mí como a Ti plazca, para que puede caminar en humilde y amoroso servicio sin cansarme nunca, en el colaborar para construir el Reino de Paz que Dios ha confiado a Tu Corazón, hasta el último instante de mi vida que Tu, como Madre, protegerás siempre.
Amen.
CORAZÓN INMACULADO DE MARIA, REINA DE LA PAZ, PROTEJE MI VIDA Y MI CAMINO DE FE